Uno, dos, tres… por la adultez
Antonio Alonzo Ruiz (*)
Seguí presuroso a Prudencia y, por fin, al dejarse alcanzar le pregunté: “¿Qué fue esa luz cegadora?”.
“Esa gran luz”, contestó Prudencia, “es la personificación misma de la incorruptibilidad, históricamente vituperada y rechazada por el ser humano desde que éste descubrió su voz en las intimidades de su conciencia. Es la celosa guardiana y guía de este valle estrecho, con inclinadas y altas paredes, con fuertes corrientes de viento y agua que hacen, tal y como lo adviertes ahora, difícil el navegar en ella”.
“Estás ni más ni menos”, anunció Prudencia, “en el ‘Valle de los Justos’, por cierto y como puedes ver, el menos recurrido de los Valles de la tierra del ‘Siempre Acertarás’”.
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