Uno, dos, tres… por la adultez
Antonio Alonzo Ruiz (*)
A no lejana distancia la silueta yerma y seca, inconfundible, del desierto comenzó a revelar interesantes detalles ante nuestra mirada.
Su suelo arenoso, compuesto con guijarros de tamaños y colores diversos.
Su clima, cada paso más caliente, más seco y mucho más árido.
Su flora, escasa. Algunos yerbajos y arbustos de baja estatura que se advertían acostumbrados a tan adversas condiciones.
Reptiles, insectos y arácnidos caminaban, salían y entraban entre las piedras.
¿Qué lugar es este? Pregunté con extrañeza.
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